
Huella Arriera
Una Montaña Muchas Voces
Veranada Monroy
Esta ruta te invita a transitar por antiguos caminos arrieros, donde aún resuenan los rastros del piño y las huellas del andar. A medida que asciendes por senderos flanqueados de peumos, coigües y robles, el paisaje se abre hacia la alta cordillera, revelando la laguna El Florido: espejo de altura que ha acompañado por generaciones a quienes cruzan rumbo a las veranadas.
Caminar hacia Monroy es recorrer un territorio de memoria viva, donde el saber arriero permanece tejido al andar lento, al fogón en los puestos y a los nombres que marcan la montaña. Una invitación a reencontrarse con el ritmo trashumante del habitar cordillerano.
Datos técnicos
Distancia: 30 kms.
Dificultad: Mediana
Familia arriera: Almuna
N° de hitos: 5
La historia
La ruta hacia Valle Hermoso forma parte de los antiguos caminos trashumantes de la cordillera del Ñuble, utilizados históricamente por arrieros y familias campesinas del sector de San Fabián de Alico. Este trayecto comienza en la Junta del Caracol, un punto geográfico donde confluyen quebradas y vertientes menores al borde del río Ñuble, y marca el inicio de la ascensión hacia las zonas de veranada ubicadas en las alturas del valle cordillerano.
Desde este punto de partida, la ruta se abre paso siguiendo el curso del río, atravesando bosques nativos, vegas húmedas y pasos de quebrada. El ascenso es progresivo, alcanzando cotas superiores a los 1.800 metros sobre el nivel del mar, en un entorno donde los mallines y laderas andinas ofrecen pasturas frescas durante los meses estivales. Este territorio forma parte de la ecorregión de los bosques templados valdivianos, y conecta con la red biológica del corredor Nevados de Chillán – Laguna del Laja.
El destino de esta ruta, conocido como Valle Hermoso, constituye una tradicional veranada: zona de permanencia estival para el ganado caprino, ovino y bovino. Durante generaciones, ha sido punto clave en la práctica trashumante de las comunidades locales, quienes cada año —desde finales de la primavera hasta el comienzo del otoño— trasladan sus piños a estos parajes para aprovechar las condiciones climáticas y la abundancia de forraje.
Históricamente, esta práctica se ha sostenido por un saber técnico y territorial transmitido oralmente, que permite orientarse sin señaléticas formales, guiándose por hitos naturales, pasos de agua y conocimientos del comportamiento del ganado. Los caminos del arriero son también espacios de memoria: cada curva, cada descanso, cada noche a la intemperie narra una forma de vida profundamente conectada con la montaña.
En las últimas décadas, sin embargo, la continuidad de estas rutas se ha visto amenazada por factores como el cierre de accesos, la privatización del borde río, el cambio climático y el desinterés institucional por prácticas ancestrales no reconocidas como productivas en los modelos actuales. A pesar de ello, la ruta hacia Valle Hermoso resiste como un símbolo de autonomía campesina, conocimiento territorial y relación simbiótica entre humanos, animales y paisaje.
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